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¿Qué tan común es la miocardiopatía diabética?
Escrito por
Denis Lopes
Publicado em
30/1/2022
La asociación entre diabetes mellitus (DM) e insuficiencia cardíaca (IC) ha sido un tema frecuente de debate en los últimos años, reconociendo cada vez más la importancia de la denominada cardiomiopatía diabética (CD) dentro del espectro de complicaciones cardiovasculares que afectan al individuo con enfermedad crónica. Hiperglucemia. En este contexto, la insuficiencia cardiaca con fracción de eyección conservada puede corresponder hasta en un 50% de los casos. Sin embargo, los criterios ideales para identificar la DC y sus implicaciones pronósticas aún no están bien establecidos.
Un estudio reciente, publicado en el Journal of the American College of Cardiology por Segar MW y colaboradores, evaluó la prevalencia de cardiomiopatía diabética entre individuos con DM sin enfermedad cardiovascular establecida en una cohorte derivada de 3 estudios epidemiológicos: ARIC ( Atherosclerosis Risk in Communities ), CHS (Cardiovascular Health Study) e CRIC (Chronic Renal Insufficiency Cohort). Como objetivo adicional, evaluamos si existía una asociación independiente entre el fenotipo de CD y el riesgo de IC manifiesta.
Los participantes se sometieron a medición de péptidos natriuréticos y ecocardiografía en busca de las siguientes anomalías: hipertrofia ventricular izquierda, agrandamiento de la aurícula izquierda o disfunción diastólica. Aquellos con alteraciones presentes en los exámenes se dividieron en 3 fenotipos de miocardiopatía diabética:
- Menos restrictivo: presencia de una sola anomalía ecocardiográfica
- Restrictivo intermedio: presencia de al menos 2 anomalías ecocardiográficas
- Más restrictivo: presencia de al menos 2 anomalías ecocardiográficas asociadas a niveles elevados de péptidos natriuréticos
Se seleccionó una muestra de 2.900 personas con diabetes de 16.653 participantes, encontrando una prevalencia de CD de fenotipo menos restrictivo del 67%, CD de fenotipo restrictivo intermedio del 20% y CD de fenotipo más restrictivo del 11,7%.
Entre aquellos con un fenotipo más restrictivo, hubo tasas más altas de hipertensión y peor función renal. En los tres fenotipos, una mayor probabilidad de CD se asoció con niveles más altos de glucosa en ayunas, un índice de masa corporal (IMC) más alto, una tasa de filtración glomerular más baja y una edad más avanzada.
Entre las anomalías ecocardiográficas, la disfunción diastólica fue la más común en cada uno de los tres fenotipos . La hipertrofia ventricular izquierda y el agrandamiento de la aurícula izquierda fueron más comunes en los fenotipos intermedios y más restrictivos en comparación con los menos restrictivos.
En cuanto al riesgo de IC manifiesta, su incidencia a los 5 años de seguimiento fue del 6,4% entre los individuos con CD, siendo significativamente mayor en este grupo, independientemente del fenotipo evaluado, que en los grupos de individuos con euglucemia, con prediabetes o con diabetes pero no CD.
Aunque la incidencia acumulada de IC fue mayor en los fenotipos intermedio y más restrictivo, el grupo con el fenotipo menos restrictivo (que corresponde al 67% de los casos) fue responsable del 78,5% de todos los casos de IC entre los individuos con DM a lo largo del seguimiento. Además, el riesgo de insuficiencia cardíaca fue mayor entre aquellos con diabetes y CD que entre aquellos con diabetes pero sin CD. Los siguientes también se asociaron de forma independiente con un mayor riesgo de IC: edad avanzada, IMC más alto, niveles más altos de presión arterial sistólica, uso de medicamentos antihipertensivos y tabaquismo.
Al final, uno de los hallazgos que más llamó la atención de los autores fue la marcada presencia de anomalías subclínicas en la estructura y función cardíaca entre los participantes con diabetes, incluso en ausencia de otros factores de riesgo, como hipertensión y obesidad. Asimismo, el riesgo de progresión a IC en aquellos individuos con CD fue alto incluso en los subgrupos con menor presión arterial e IMC.
Parece, por tanto, que la propia hiperglicemia juega un papel importante en el desarrollo de anomalías cardíacas, independientemente de la presencia de otros factores de riesgo , aunque el presente estudio no estableció una relación causal entre diabetes y cardiomiopatía.
Otro hallazgo importante se refiere al hecho de que el riesgo de IC en individuos con diabetes o prediabetes pero sin CD no difiere de los participantes euglucémicos, lo que refuerza que incluso los pacientes con diabetes tendrían un bajo riesgo de IC en ausencia de anomalías ecocardiográficas.
Con el surgimiento de una nueva era en el tratamiento de la IC tras el descubrimiento del papel terapéutico de los inhibidores del cotransportador sodio-glucosa tipo 2 (iSGLT2) , los hallazgos de este estudio nos hacen cuestionar si habría algún beneficio de esta clase de fármacos en CD en su fase subclínica. Independientemente de la respuesta a esta pregunta, existe una clara necesidad de delinear estrategias terapéuticas para reducir el riesgo de progresión clínica entre las personas con CD.
Quizás, el primer paso sea instituir herramientas de detección adecuadas para el diagnóstico temprano de esta condición. Después de todo, la alta prevalencia de CD mostrada en este estudio y su implicación pronóstica en individuos con diabetes apunta a la necesidad de su investigación por parte de médicos que, en su mayor parte, todavía parecen descuidar la DC en el contexto de la enfermedad cardiovascular.